¿Por qué València?

¿Por qué València?


El otro día en Forinvest me llamó la atención el título de una de las mesas del Foro Innovation & Fintech, el que acoge ponencias sobre tecnología y presentaciones de startups. No se hablaba de emprendimiento ni de innovación, tampoco de rondas de financiación ni de ciberseguridad, temas habituales en este foro. El título era: «¿Por qué València?», y se trataba de escuchar los motivos por los que cinco empresas extranjeras habían decidido instalar su sede española en València pudiéndolo hacer en Madrid o Barcelona. Todo un baño de autoestima para los vecinos del cap i casal.

En el coloquio moderado por María Escartí, directora de Invest in Valencia, participaron Salvador Manclús, del grupo francés CKS; Óscar Carrasco, de la multinacional norteamericana Casa Systems; Erik Ottens, de la firma holandesa Yource; Olivier Demongeot, de la francesa LanguageWire, y el francés Thomas Rouer, que por motivos sentimentales se instaló en València y montó una empresa dedicada a la venta de viviendas a sus compatriotas, que lo primero que le preguntan, y ahí va una de las claves, es cuántos días de sol tenemos. Una prueba más de que la luz de València es un tesoro que solo el cambio climático nos puede arrebatar.

Suele ocurrir que el lugareño valore menos su ciudad que el afuereño. Es lógico porque con el paso del tiempo las bondades pierden brillo y las incomodidades enquistadas ganan peso en el ánimo de los ciudadanos. Los ponentes, que ya llevan aquí unos años, destacaron los motivos por los que eligieron València, que dan para una conclusión a la que muchos ya habíamos llegado, y es que València es una ciudad ideal para trabajar. Este factor a la hora de decidir una inversión es menor en casos como el de la gigafactoría de baterías de Sagunto o el de grandes instalaciones industriales, pero no lo es tanto en el sector servicios y, de forma destacada, en el sector de servicios ligados a la tecnología.

Madrid y en menor medida Barcelona continúan atrayendo el talento de los nuevos profesionales, pero esto está cambiando. Casi todas las empresas del Ibex 35 y las multinacionales tienen su sede en la capital ‘aspiradora’, que con grandes sueldos y prometedoras carreras atrae a los mejores egresados de las universidades del resto de España, profesionales que con los años volverán a su tierra a acabar sus carrera y disfrutar de la jubilación en casa. Esto ha sido así desde hace décadas.

Madrid aventaja a València en comunicaciones, capital humano, capital financiero, cercanía al poder…, pero tiene una desventaja que ahora mismo parece insalvable: la calidad de vida. ¿Qué es calidad de vida? Los ponentes destacaron el buen tiempo casi todo el año, el tamaño medio de la ciudad que permite ir al trabajo sin coger el coche, el bajo coste de la vivienda –en la posición 14ª de España pese a ser la tercera capital–, la oferta cultural razonable –con el complemento de Madrid a solo hora y media de tren–, la luz, la playa… València es, con todos sus problemas, que los tiene, una ciudad más sosegada, sin la tensión y la velocidad de las grandes urbes.

«En el sector tecnológico, poder ofrecer algo más que un sueldo es fundamental», apuntó Óscar Carrasco. Es un sector en el que se puede trabajar en remoto y los profesionales se están dando cuenta de que lo importante no es la oficina sino el entorno donde se encuentra. En ese sentido, Madrid no puede competir con València ni en entorno ni en precio. No digamos ya las grises y frías Ámsterdam o Bruselas. Barcelona tuvo su momento a finales del siglo XX y principios de este, pero ha perdido atractivo desde el procés. La que compite con València –y con Alicante, que ha hecho una fuerte apuesta con el Distrito Digital– es Málaga.

Es un hecho que las grandes empresas de base tecnológica están deslocalizando centros de trabajo y a veces de innovación hacia urbes medianas. Obviamente, la calidad de vida es un factor importante pero no es el más importante; ninguna empresa elige ir a una ciudad solo porque haya sol y se pueda ir andando al trabajo. El factor de más peso es un entorno tecnológico, un hub de innovación que resulta más atractivo a medida que va creciendo. Parafraseando el dicho «dinero llama a dinero», en el caso de las ciudades «innovación llama a innovación».

Para ello es fundamental el capital humano, la cantera de profesionales, y en este sentido varios ponentes destacaron la alta cualificación que demuestran los graduados de la Universidad Politécnica de València. No son suficientes en número, pero se complementan con los que vienen de fuera atraídos por la calidad de vida. Con ofertas no solo por empresas extranjeras sino también de valencianas como Nunsys o Zeus.

Esto hila con otro dato quizás poco conocido y es que València es, junto con Granada, la ciudad española que más alumnos extranjeros eligen para el erasmus. Más que Madrid o Barcelona. No pocos deciden volver y buscar trabajo aquí porque encontraron pareja o porque decidieron que era un buen lugar para vivir. Como subrayó Olivier Demongeot, «el componente emocional es importante».

Un hándicap que destacaron varios participantes en el foro fue la escasez de oficinas a partir de 500 metros cuadrados en València. Un problema que desde hace algún tiempo vienen señalando los operadores del sector inmobiliario a los que les llegan peticiones de posibles inversores extranjeros.

València está bastante preparada para acoger a grandes empresas de base tecnológica pero Málaga nos lleva la delantera. Existe un ‘fenómeno Málaga’, que describía muy bien Eugenio Mallol en esta columna. Dos recientes hitos, la decisión de Vodafone de abrir allí un centro tecnológico con 225 millones de inversión y 600 empleados y la de Citigroup de instalar una sede europea para jóvenes analistas financieros –a la que optó València–, han puesto a Málaga en el liderazgo de atracción de este tipo de inversiones después de ganarse, el año pasado, a Google y su centro europeo de ciberseguridad.

Talento, infraestructuras, oficinas amplias y bien comunicadas, facilidades –la burocracia es una de las quejas recurrentes–, calidad de vida y saber vender todo eso son las claves para competir en esa otra liga que la tecnología ha abierto al margen de las grandes ciudades. El sol ya lo tenemos y es gratis. No lo desaprovechemos.